miércoles, 7 de septiembre de 2011

Reloj de arena...

.... Y veo cómo el granito cae. AHÍ. En ese instante en que lo veo caer, en ese preciso instante lo quiero detener. 
Quiero callarme la boca. Me encantaría nunca haber dicho esas palabras.
Es increíble. 
Me resulta increíble  ver cómo podemos lastimar tanto con unas simples letras unidas significando algo. Cuánto significado logramos darle a esas simples palabras, que aisladas, que en sí solas, que en otro contexto, nada nos dicen. Y sin embargo no es la ocasión. 


Sin embargo ya lo dije.
Sin embargo, vuelvo a desear no haberlo hecho...

Muchísimas veces escuché decir: "tu granito de arena cambia". Sí, estoy muy de acuerdo con esa frase; pero también nos olvidamos que los cambios no son siempre positivos; que hay muchos momentos en nuestras vidas en que deseamos jamás haber puesto ese granito... De eso quiero reflexionar hoy.


La otra noche tuve una discusión en la que veía hacia donde me estaba dirigiendo, y tengo que admitir que es en esa dirección que no me gusta nada. Me estaba yendo a ese preciso lugar en mi vida en que me pongo obstinada; en que el orgullo no solamente me gana sino que parece adueñarse por completo de la situación; estaba entrando en una discusión de la que me iba a arrepentir.

Creo firmemente que cada uno de nosotros tiene defectos: puntos débiles; y son los que pocas personas conocen en nuestras vidas. Pero son justamente esos puntos que tanto nos cuestan los que conocen las personas que más queremos. Son esas personas que la van a "ligar de rebote"; las que van a estar al lado nuestro cuando estemos en días para el olvido; las que nos quieren y bancan, a pesar de nuestros defectos.
Y creo firmemente también, que todos tenemos días cruzados. Es justamente en esos días que nos cruzamos que sale lo peor de nosotros.

"- Pau, obvio que voy a ir a verte ya arreglamos todo!
-No, no quiero que vengas. No me interesa... dale no vengas."

Y por dentro, uno muchas veces muere de ganas de que vengan. Pero hay algo que no nos deja decir eso. En esos días en que pareciera que el día nos pesa; que ya no tenemos más espalda sobre la cual cargar con nuestras cargas diarias; y menos que menos ganas de compartir esa carga para hacerla más liviana... es en esos días en que el granito de arena cae, y aún sin que queramos, aún queriendo detenerlo, simplemente lo observamos caer.

En esos días lo mejor que puedo encontrar, es aprender a pedir perdón.


3 comentarios:

  1. me encantó Pau! nunca había escuchado la comparación con el granito de arena pero es verdad y es horrible, cuando sentís las palabras salir de tu boca y sabes que vas a lastimar a alguien, pero ya está, están saliendo, están afuera, es irremediable. ouchh, te queres matar, el poder de las palabras...

    ResponderEliminar
  2. sí, la verdad yo tampoco había pensado en esta comparación antes.. pero cuando me quedé pensando en lo que me había pasado se me vino esa imagen instantáneamente, y me parece que se puede ilustrar bien lo que intento transmitir por medio del reloj de arena. Es una situación en la que parecemos ser presas de una pasividad que estamos eligiendo...

    ResponderEliminar
  3. Ah, son tremendas esas situaciones. Lo peor es, como bien decís, cuando estamos viendo lo que estamos haciendo y SABEMOS que no queremos hacerlo, pero lo hacemos igual. No sabemos callar a tiempo. Me siento muy identificada con tu texto.
    Beso grande y buen blog!! Voy a chusmear un poco...

    ResponderEliminar