Me resulta impresionante saberme parte de un todo; más aún, creerme parte de un todo.
Simplemente sucede que cuando anímicamente estoy un poco deprimida, alzo mi mirada y me acompaña con sus tonalidades... lo veo lleno de rojos que emanan fuego; matices de fucsias cortantes que parecieran indicar que en ese instante todo terminara. Y escucho al vacío llamando desesperadamente a esas nubes que simulan no existir en este momento tan necesitado: El mismo llamado realizo con las lágrimas que no quieren nacer de mis ojos...y mientras, en ese instante, mi garganta se quema con aquel mismo fuego rojo que el cielo nos muestra.
Y nuevamente fijo mi mirada allí arriba, esperando una respuesta.
O quizás no, quizás espero solamente una simpatía, una empatía. Un saber que me entiende, que ese cielo lleno de tonalidades, ahora cada vez más oscuras y violetas, comparte mi sentimiento; que es parte de él.
Y sin embargo, el agua no aparece.
Una vez más pareciera estar diciéndome que el fuego no se va a apagar sino hasta que yo decida hacerlo; hasta que de una vez por todas pueda enfrentarme con ese fuego que me arde y que veo reflejado en este cielo que me mira.
Y no sólo en esos momentos me acompaña, sino que es un amigo más fiel del que jamás esperé tener. Pues son más bien sus azules iluminados por el sol los que me protegen y amparan en la vida cotidiana, en esta vida lejos de las tormentas. Son esos reflejos los que dan luz a mi vida día a día con sus graduaciones exactas de diversos naranjas y distintos amarillos. Luz de cielo que no sólo ilumina sino que brinda calor a mi vida; da alegría a ese azul que muchas veces por sí solo pareciera aburrirse.
Aún así, cuando me detengo a reflexionar sobre él redescubro sus profundidades. Y ahí es cuando me parece inagotable; me corrijo, ahí es cuando me doy cuenta de que es inagotable. Y una vez más, elevando mis ojos a él, me veo allí... Me reconozco allí, en cada uno de esos turquesas, en cada uno de esos cristales espejados.
Es tan cambiante y a la vez tan sereno; tan presente y tan distante; tan mío y tan de todos. Es mi cielo, el que comparto con todos.
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