Verdaderamente no lo sé. Quizás sea algo que una vez me dijeron, pero por creer que no era importante, decidí no escucharlo. La verdad, es que no lo sé.
No sé si algún día alguien lo sabrá. Estoy hablando de cuál es el método para ser feliz.
En la facultad estuve estudiando un poco acerca del siglo XV en adelante. Son siglos de quiebre y continuidad; siglos donde aparece la imprenta, se descubre América, cambia la concepción heliocéntrica a una geocéntrica, aparece el método experimental aplicado a las Ciencias, se intenta desdibujar la realidad a partir de fórmulas matemáticas, y muchísimo más.
Son siglos en que todo se pone en DUDA.
Una edad en la que como humanidad desconfiamos; en la que perdemos un poco la esperanza, y decidimos de una vez por todas darnos cuenta de que Papa Noel no existe. Esa es la modernidad en nuestra historia. Una modernidad tan racional que se olvidó de amar. Una modernidad que se olvidó qué es la felicidad, cómo se siente reír, y que de vez en cuando, hace bien afirmar sin entender. Una modernidad que se olvidó que en la historia de Papa Noel, nuestros padres eran los que nos amaban tanto que decidieron darnos regalos al finalizar de cada año, simplemente porque sí.
Una modernidad que es padre de nuestra posmodernidad contemporánea. Que nos hace dudar de que dudamos. Y la posmodernidad nos hace dar un paso más, y ya ni siquiera podemos saber que dudamos, como por lo menos creyó entender Descartes. Hoy ya no sabemos si dudamos; no sabemos qué es dudar, y ni siquiera si tenemos ganas de hacer tal esfuerzo.
Por eso puedo decir que la verdad no lo sé. No sé si exista un método para la felicidad... Lo único que sé es que la realidad no miente. Somos nosotros los que la vemos distorsionada si estamos poniéndonos constantemente anteojos y máscaras que nos alejan de la misma. Solamente si dejamos que nos interpele, es cuando logramos conocerla... y cuando podremos verdaderamente saber... que no hay método para ser feliz, porque la felicidad no es meta sino un camino.
Hijos del fracaso. Del fracaso de una época que intentó maquillar una herida de naturaleza inocultable. Hijos del fracaso del fracaso entonces. Hijos de la segunda gran soberbia que nos llevó del exceso al defecto. Dios nos dió la mano y nosotros le tomamos el brazo y lo desplazamos queriendo ocupar su lugar. Hoy sufrimos la segunda gran herida manifestada principalmente en la indiferencia a conocer, porque de fondo reina y determina ese miedo a volver a fracasar.
ResponderEliminarMauro
Hijos del fracaso dirías? Hijos también del intento. Y está bueno remarcarlo. Hijos del intento de volar, del intento de razonar, del intento de pararnos sobre nuestros propios pies. Hijos de aquellos, que trataron de encontrar la verdad por sus propios medios. Lo habrán llevado a un extremo, bien se puede afirmar.. hijos de una modernidad que olvidó ver con la luz del Sol, y quedó solamente con la luz eléctrica que cada uno construye. Hijos de unos padres que no quisieron ver sino con su propia luz. Y eso está bueno hasta un punto. Somos hijos de aquellos que nos sacaron de una ilusión y nos hicieron abrir los ojos.. o hijos de quienes destruyeron una realidad y nos hacen vivir ahora en una ilusión?
Eliminarmuy bueno. PAULA. UN BESO
ResponderEliminarMAx hunicken
Gracias Maxi!!
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