Hay ciertos momentos en la vida, que son únicos. Y ahora, quiero destacar una clase de momentos únicos que no son los que en primera instancia se nos vienen a la mente. Siempre creemos que para que un momento único encuentre un lugar en nuestra abultada memoria, debe ser algo realmente importante. O al menos singular. O aunque sea, destacable.
En este momento no puedo dejar de pensar en momentos en que verdaderamente, nuestra mente se pone en blanco y logramos descansar, relajarnos, ser nosotros mismos. Esos momentos de la vida, son únicos. Y esos son los que hoy quiero destacar.
Llegué a casa agotada muchas veces, con dolor en toda la espalda, con cansancio físico y mental. Sin ganas de nada. Agotada por cualquier motivo, pero agotada en fin. Y… corte. Mente en negro, y de pronto, me encuentro sintiendo las gotas de la ducha caliente contra mi cuerpo. No hay mejor sensación que de repente encontrarnos reviviendo en un buen baño, pegándonos la ducha en la espalda, sin pensar en nada, pero dispuesta a comenzar de nuevo.
Despertar en la mañana. Temprano. Neblina. Rocío. Odio las mañanas frías de invierno, escuchar el ruido de los autos a la mañana que intentan ellos mismos despertarse para llevarnos a donde tengamos que ir. Sentir el frio de dejar la cama. Despertar. Desayunar. Corte. De pronto no sé cómo me encuentro mirando por la ventanilla y veo las nubes partidas al medio abruptamente pero a la vez pacíficamente, con colores inigualables. Rojos, naranjas, amarillos. Tonalidades, grados, inigualables. Cada mañana lo mismo. Cada mañana distinto. Y nuevamente esa sensación de posibilidad de comenzar.
Todos los domingos voy a comer a la casa de mis nonos. Los llamo así por ser italianos, es como les decimos, no los conozco como “abuelos”. Me despierto el domingo a la mañana, a veces más temprano, otras veces más tarde. La misma rutina, saber que vamos a lo de los nonos. Qué auto, quién va, quién lleva el postre. Realizamos el único camino que no sé cómo explicar ya que no conozco los nombres de las calles ni el numero de dirección exacta, pero al que sé llegar mejor que a mi propia casa. Timbre. Aparece la nona, saludar al nono. Corte. De repente me encuentro ya sentada, riendome por la nueva broma que hacemos y el nuevo chiste de turno. Jamás logro acordarme porqué empecé a reír en última instancia, pero no hay momento más único que aquel. Risa. Comentario. Compartir. Cada domingo es único.
La vida. CORTE.
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