martes, 26 de junio de 2012

Recordar...


Si hay algo que me asombra es mi capacidad para recordar detalles mínimos, en comparación con la poca habilidad que tengo para acordarme de las cosas verdaderamente importantes. Y no estoy hablando de fechas significativas o de cosas que tenemos que hacer. No, no es eso lo que estoy tratando de expresar. Para eso existen los recordatorios, la agenda o alguna que otra alarma. Y sin embargo, llegué a descubrir que los recordatorios jamás nos van a hacer acordar de lo que verdaderamente queremos saber: Jamás van a poder decirnos que nos hace bien ir a determinador lugares, lo bien que la pasamos con determinadas personas, y que ciertas salidas son únicas. El sonido de una alarma nunca va a poder hacernos recordar los momentos compartidos, e invitarnos a compartir nuevos.

A esos otros recuerdos quiero referirme: a los importantes que hay que sólo nosotros podemos hacer presentes. Vale más recordar un momento que una fecha; una anécdota que un aniversario o hasta recordar los gustos del otro que su número de teléfono. Y aunque nos cueste, esto es lo que más olvidamos.



Recordar nos construye, nos indica quiénes fuimos para llegar a ser quienes somos, y nos invita a pensar en quienes queremos ser. Recordar simplemente nos recuerda. Nos hace felices, aún recordando las experiencias tristes. Nos explica quiénes fuimos; quienes somos... y hasta quizás quienes seremos. Recordar que fuimos amados; que nos hicieron e hicimos sonreír; que el viento pegó contra nuestra cara; y hasta que algún día salimos completamente despeinados de la playa por haber estado todo el día en el mar.

....Es verdad que no se debe vivir de recuerdos, pero creo que tampoco se debe vivir olvidando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario