Se dice del hombre que es un "animal político" por naturaleza. También se ha pensado desde otras perspectivas, que nuestra naturaleza es ser "egoístas". Y hasta se ha llegado a formular la idea de que construimos sociedades para defendernos de nosotros mismos...
No sé si exista una única postura correcta. Quizás las previamente mencionadas no sean tan diversas entre sí, y puedan convivir en el hombre de una misma manera. Somos puntos medios, nunca extremos... Anhelamos la perfección, pero practicamos la miseria. Ansiamos la cooperación, pero alentamos la división. Callamos cuando deberíamos hablar, pero no tenemos miedo a unir nuestras voces a una multitud que grita Dios sabe qué. Estamos hartos de que nos digan qué debemos hacer; pero nunca nos cansamos de dirigir al prójimo. No sabemos qué proponer, pero tampoco dudamos en criticar. Nos hicimos amigos de las quejas; desconfiamos de la verdad y odiamos la ideología. Pedimos obras sin teorías; y planificaciones sin tiempo. Somos hijos de una sociedad que está acelerada, atolondrada y engripada.
Engripados en una suerte de rencor generalizado que pocas veces logramos canalizar. La mayor parte del tiempo dejamos que la gripe nos venza, y optamos por la queja cotidiana. Leemos poco, vemos mucho. Pensamos un rato, hablamos todo el tiempo. No sabemos qué significa escuchar, y cada vez más olvidamos el significado de la palabra dialogar. Queremos borrar los fundamentos para poder accionar; pero olvidamos que una acción sin plan es una causa perdida. Oímos las preguntas, pero respondemos atacando al que cuestiona, en vez de tener las agallas de intentar aunque sea decir que no tenemos una respuesta. Aprendamos de una vez que no vale la pena dialogar con quien ataca, ni dejar de oír lo que nos disgusta. Lo único que logramos es envolvernos en un mismo discurso. Dejar de ser nosotros mismos para envolvernos en una misma pelea.
Olvidamos que para que exista una lucha deben haber dos contrarios: las peleas jamás se hacen de a uno. Pensemos. Planeemos. Obremos. No al revés.
Olvidamos que para que exista una lucha deben haber dos contrarios: las peleas jamás se hacen de a uno. Pensemos. Planeemos. Obremos. No al revés.
Y aunque sea difícil, escuchemos. El país jamás avanzará si nos quedamos callados; pero tampoco llegará a ningún destino si nos envolvemos en un mismo tornado.
Seamos ciudadanos de una nación que pide tener una ciudadanía humilde, pensativa y audaz.
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